El acceso a internet como derecho fundamental

Publicado el 21 Nov, 2016

Por Mariela Baladron

Desde los inicios del siglo XXI, en numerosos documentos y declaraciones de los organismos internacionales de derechos humanos se reconoce que la libertad de expresión rige en internet, como en cualquier otro medio. También se establecieron una serie de principios generales y específicos, relacionados con los derechos humanos en internet, entre los cuales se destaca el de acceso. ¿Qué implica “acceder a internet”? ¿Qué condiciones son necesarias para el efectivo ejercicio de este derecho?

En primer lugar, es importante reconocer que la desigualdad en el acceso a internet se suma a otra serie de inequidades preexistentes, tanto entre países como hacia el interior de los mismos, entre sectores urbanos y rurales de la población, entre distintos grupos etarios o bien por razones de género, por sólo mencionar algunos. Por lo tanto, las condiciones desiguales previas en materia de educación, salud, capital, empleo y otros derechos o bienes también se verifica (y por qué no habría de hacerlo) en el acceso a internet.

En segundo lugar, acceder a internet no se limita únicamente a obtener conectividad, es decir, a garantizar desde un punto de vista material o físico el despliegue de infraestructura en todos los territorios y la disponibilidad de dispositivos para su uso (a precios asequibles y de calidad, en cuanto a la velocidad y continuidad del servicio). Tan importante como este aspecto es la eliminación de barreras para el uso y apropiación de internet, a través del desarrollo de capacidades y habilidades sociales y psicológicas. El peligro de focalizar exclusivamente en el acceso físico o material conlleva a extender internet a un mayor número de consumidores; contemplar a su vez el desarrollo de habilidades y capacidades implica extender los beneficios de internet de forma igualitaria a todas las personas, en cuanto son reconocidas como ciudadanos y sujetos políticos.

En tercer lugar, la importancia de acceder a internet radica en que es uno de los medios para ejercer la libertad de expresión en su faz individual y colectiva de buscar, recibir y emitir ideas e información de toda índole, junto con los medios de comunicación tradicionales (que también requieren continuar la lucha por la no discriminación en el acceso y participación a los mismos). Pero internet a su vez permite promover otros derechos como educación, salud, trabajo, reunión y asociación.  De lo contrario, si no se explotan sus potencialidades, se convertiría en un medio de comunicación o transporte de datos similar a los ya existentes cuando sus características particulares de apertura, interoperabilidad, redundancia e inteligencia en los extremos habilitan un uso horizontal e interactivo entre todos los que se suman a la red. Sobre este aspecto cabe recordar que ninguna tecnología es neutra y, por lo tanto, internet puede dar lugar a nuevos usos emancipadores o a nuevas formas de control, ninguno de ellos contemplados inicialmente.

Mitologías de internet

Las ideas más difundidas en relación a internet son aquellas que apelan a su “horizontalidad”, “falta de control” y “multiplicidad de actores” como elementos que la caracterizan. Sin embargo, un análisis un poco más profundo permite desmantelar estos mitos.

Por ejemplo, a nivel de la infraestructura, es decir, los cables submarinos de fibra óptica, los backbones o tendidos troncales continentales y los satélites que unen continentes y naciones, se observa un alto nivel de concentración en un pequeño número de empresas a nivel global. En cuanto a los contenidos, unas pocas empresas globales se han convertido en la puerta de acceso a internet para la mayoría de los usuarios, como buscadores y redes sociales, que median el contacto con contenidos creados por terceros y reúnen un gran número de datos personales que luego utilizan para vender publicidad. Por otra parte, a través de principios del “código” y otros de carácter jurídico, el funcionamiento de internet está gobernado y reglado a través de mecanismos complejos que suponen horizontalidad en la participación pero que resultan restrictivos en cuanto a los recursos (económicos y de conocimiento técnico) que requieren.

Un conocimiento crítico y profundo de estas realidades es un primer paso difícil de eludir para proponer medidas y pasos a seguir en la promoción del acceso a internet. Por muchos motivos: para comprender las desigualdades preexistentes y reclamar el espacio de los actores sociales hasta ahora ausentes; para generar las habilidades que permitan imaginar y desarrollar usos transformadores de internet a todos los sectores sociales; para comprender los problemas existentes y pensar las soluciones incómodas que las élites dominantes no quieren implementar; para identificar la mercantilización de internet y desnaturalizar su “gratuidad” (si no se paga por consumo se paga con datos); para conocer que puede ser una fuente de libertad y de control al mismo tiempo. Esta lista, lejos de entenderse exhaustiva, es tan sólo una propuesta para abrir y ampliar el debate y la acción, con el objetivo de que los mitos sobre internet se conviertan en un norte: horizontalidad, falta de control y multiplicidad de actores.