El camino de la unidad

Publicado el 21 Nov, 2016

Transcurridos once  meses del gobierno de Macri, queda bastante claro que se trata de un gobierno que tiene la misión de hacer una transferencia regresiva de los recursos. La pérdida de más de 10 puntos del salario respecto de la inflación, el aumento de 3 puntos del desempleo, la brusca caída de la actividad económica y del consumo son sólo los primeros indicadores de una política económica deliberadamente orientada a transformar la estructura productiva de la Argentina. El sector agroexportador y el sector financiero son los únicos y grandes beneficiarios de esta política que cuenta con el apoyo financiero del capital especulativo internacional. Entre 2016 y lo presupuestado para 2017, el gobierno aumenta el endeudamiento en dólares en 10 puntos del PBI, el FMI vuelve a digitar la política económica nacional y se desmantela el Mercosur en favor del Tratado del Pacífico, cuyo único beneficiario es Estados Unidos. La Argentina vuelve aceleradamente a la cadena de la dependencia neocolonial y, junto al gobierno golpista de Brasil,  arrastran a su paso a toda la región.

Hasta ahora, la billetera generosa del gobierno ha logrado que importantes sectores de la dirigencia social y política argentina faciliten el avance de la política de ajuste y transferencia sin mayor conflictividad. Las prioridades de los dirigentes parecen no ser las mismas que las de la gente, mientras que en la calle el malestar social se sigue cocinando a fuego lento. Con este panorama, el gobierno apuesta a un diciembre sin tumultos. Y por si la chequera no alcanza, lleva el palo siempre en la mano. A palo y chequera se construye la gobernabilidad transferidora. 

El principal logro del gobierno en el plano político ha sido desplazar el eje del debate público. De manera astuta y asociado con las corporaciones mediáticas y judiciales, el gobierno logró capitalizar políticamente los hechos de corrupción ligados con el gobierno anterior. Las propiedades de Lázaro y los bolsos de López se impusieron en la agenda pública a las persianas cerradas de las fábricas y al aumento de precios en las góndolas. Una vez más, la corrupción de funcionarios públicos en los gobiernos populares es el mejor aliado de la reacción oligárquica y el pilar simbólico sobre el que construye su legitimidad el gobierno de los ricos. 

En el plano electoral, sin embargo, el gobierno no tiene las cosas tan fáciles. En términos estrictamente políticos, el gobierno no ha logrado construir hegemonía, esto es, no ha logrado integrar en su espacio de representación política más que los intereses de los sectores concentrados de la economía. Era esperable que un gabinete conformado por grandes empresarios confunda la negociación política con la construcción política. La estrategia de demonización del kirchnerismo es el único recurso que ha podido explotar el gobierno en favor propio, pero se equivoca si piensa que su efectividad será ilimitada y es muy probable que muchos de los que hoy comen de su mano busquen enfrentarlo electoralmente en el 2017.

La división de las fuerzas populares constituye hoy la principal ventaja del gobierno de cara al inicio del año electoral. Busca sustituir electoralmente la falta de apoyo popular a su gestión fomentando la división del peronismo, lo que apunta a impedir el resurgimiento de una representación de mayorías. De esta estrategia se sirve también el renovador Sergio Massa, cuya alianza con el macrismo es mucho más profunda de lo que parece. Una derrota electoral del peronismo el año próximo dejaría al pueblo sin defensas ante las fuerzas coaligadas de la rapiña y la antipatria.

Frente a esta situación, la unidad es el imperativo de las fuerzas populares. El camino de la unidad política, con el peronismo como columna vertebral de un frente patriótico, requiere la confluencia de los distintos sectores del campo nacional y popular en una lista de unidad, que exprese la diversidad de fuerzas que la integran. Es imperioso comprender que Macri expresa la contradicción principal ante la cual se juega el destino de la patria. No hay nada ni nadie más importante que la unidad popular en contra de este gobierno oligárquico. Estamos llegando al momento en que se pone a prueba la grandeza histórica de la dirigencia política. Si triunfan las mezquindades, el sectarismo o el colaboracionismo y vuelve facilitarse el triunfo electoral al proyecto de restauración neocolonial, más temprano que tarde el juico del pueblo será implacable. Queremos una dirigencia que nos una y nos defienda, nada más y nada menos. El grito de la hora es: ¡Unidad! , ¡Unidad! para reconstruir el campo popular, ¡Unidad!, como bandera para la victoria.