De terror

Publicado el 6 Sep, 2016

Primero fue el desmantelamiento de espacios de investigación sobre la participación civil empresaria durante la dictadura. Los encuentros revelados entre la principal defensora de genocidas, Cecilia Pando, y el secretario de Derechos Humanos, Claudio Avruj. Se entremezclaron declaraciones “republicanas” para señalar que la Justicia debe actuar sin presiones y que el Ejecutivo nada tiene para decir respecto de los juicios a represores. Más recientemente, se pueden sumar los personajes nefastos que desfilaron en el Bicentenario de la Independencia, que el gobierno defendió como un momento “para el rencuentro de los argentinos”. Nada dijo Macri cuando desde su partido político comenzaron a poner en duda la cantidad de desaparecidos. La presión popular llevó a Darío Lopérfido a renunciar a su cargo, pero Macri tomó la posta en una entrevista internacional y volvió sobre el punto. Dijo no saber sobre la cifra y que tampoco importaba demasiado, al tiempo que llamó “guerra sucia” al terrorismo de Estado. Es el marco general que buscan imponer, una mirada sobre el pasado que pervive en una porción de la sociedad argentina, a la que tan bien representa la “tribuna de doctrina”: nadie puede negar la militancia persistente del diario La Nación en 33 años de democracia. Y ahora se sienten a sus anchas, en expansión, y tienen muchos motivos para eso. Sus principales e históricos reclamos están siendo escuchados. La violación sistemática de los derechos humanos, el genocidio, está siendo matizado, relativizado, puesto en duda. Los genocidas empiezan a encontrar sentencias que los favorecen: el hecho más reciente y escalofriante es el fallo del tribunal Oral Federal de La Plata que benefició al genocida Miguel Etchecolatz con la prisión domiciliaria, medida que todavía no se concretó. Madres, Abuelas, Hijos, Familiares y otras agrupaciones realizaron una conferencia de prensa para denunciarlo a viva voz: se trata de una “amnistía velada”. De un gravísimo precedente que debe contar con el más amplio repudio hasta ser reconsiderado. Memoria, Verdad y Justicia es una causa del pueblo argentino, una acumulación de luchas que une generaciones, las banderas que ubican a nuestro país en la más alta consideración en el reconocimiento de los derechos humanos.

Pocas semanas atrás, un juez intentó meter presa a Hebe. Rodeada por fuerzas de seguridad pertrechadas hasta los dientes y carros hidrantes, Hebe enfrentó la situación con toda valentía. Pero no estuvo sola. Miles de personas se acercaron con rapidez para defenderla. Y no pudieron llevársela. Durante el fin de semana, Hebe viajó a Mar del Plata y camino a la ciudad balnearia debió parar en varias ocasiones para recibir saludos, aplausos, pequeñas ofrendas. Lo que quisieron hacer, les salió mal. El juez debió dar marcha atrás.

Desde el gobierno buscan volver al pasado, a relatos viejos, podridos, a la apatía, y a la impunidad. Del otro lado, somos muchos los que creemos que no se puede volver atrás, que la democracia y los derechos humanos van de la mano, que los genocidas tienen que cumplir sus condenas en la  cárcel. Que a las Madres y a las Abuelas nadie las puede tocar. Porque son de todos, son nuestras. Porque nos enseñaron que la lucha es un devenir y que se gana desde la tenacidad y la organización.