El corralón de Floresta

Publicado el 6 Sep, 2016

Por Jazmín del Cueto

En todos los barrios hay lugares que cuentan historias. Lugares que fueron testigos de hechos y que al recorrerlos uno aprende. En la Comuna 10, uno de esos lugares es El Corralón de Floresta, en la Calle Gaona al 4600. Lugar de alegrías y de tristezas, de encuentros y peleas, de cultura y destrucción. Lugar de lucha.

El Corralón cuenta diferentes historias a quien quiera escucharlas. Cuenta de los barrenderos que allí trabajaban y fueron desaparecidos por la dictadura, en cuyo homenaje se estableció el 14 de junio como Día del Barrendero; cuenta de los camiones que ilegalmente se acumulaban, ya en tiempos de democracia. La más fuerte de las historias sea posiblemente aquella en que los vecinos organizados en la Asamblea de Floresta, movidos por la bronca, la injusticia, pero también la fuerza de los “pibes de floresta” tomaron control popular del predio.  Maxi, Cristian y Adrián, los pibes fusilados en la estación de servicio a pocas cuadras de allí, en el marco de la represión de aquel histórico/trágico/movilizado diciembre de 2001.

Con la fuerza de los pibes los espacios se fueron abriendo y el Corralón tomó color, dejando atrás negocios privados fraudulentos y volviéndose un lugar de encuentro, de cultura, de asamblea, de pueblo unido. La organización de los vecinos logró que en el 2008 se realice una plazoleta en la esquina de Sanabria y Gaona y que se construya un nuevo edificio para la Escuela Media Andrés Larroque sobre la calle Morón. En 2011 una parte del predio fue declarada “Sitio histórico de la ciudad” por la Legislatura.  El resto, más de media manzana, espera la prometida “Plaza Cultural”.

La historia del Corralón transcurrió con la de la Ciudad; aquellas espontáneas y potentes asambleas se transformaron, se dividieron, se multiplicaron, se debilitaron, se canalizaron en otros instrumentos. Actualmente funcionan en el corralón grupos culturales que realizan las más diversas actividades.

Tantos años después, el Corralón sigue siendo espacio de lucha, disputa, polémica. Aunque ya estaba discutido, consensuado, aprobado, el proyecto de Plaza Cultural que respetaba lo histórico, mantenía lo cultural, y sumaba espacios verdes a los pocos con los que cuenta la Comuna 10, nunca se concretó.

En el último tiempo aparecieron versiones de las más diversas, desde el actual jefe de gobierno asegurando que allí se iban a trasladar a los manteros de la Avenida Avellaneda, un nuevo grupo de vecinos exigiendo que se construya una plaza (a secas, sin el adjetivo cultural), hasta algunos grupos que parecen querer que todo quede como está. El Gobierno de la Ciudad comenzó a movilizar el tema, prometió la ya nombrada Plaza Cultural en el marco de mesas de trabajo conjuntas  con los vecinos. Sin embargo, con un desmesurado apuro que nunca mostraron en tantos años, mandaron a desalojar para empezar la obra sin llamar al diálogo prometido. Frente a esos desalojos el Corralón vuelve a resistir, y el tema vuelve a aparecer en la agenda pública.

Para quien lo mira desde afuera parece una madeja indesatable. El Corralón aparece como muestra de un conflicto que se repite en diferentes espacios de la ciudad: el uso comunitario de los espacios públicos que se entrecruza con la sabida falta de espacios culturales  y la escasez de espacios verdes. El gobierno se para sobre estos últimos dos legítimos reclamos (falta de verde y falta de cultura) para olvidar aquello de la participación comunitaria. El Corralón cuenta con demasiada historia de lucha para dejarlo pasar. El Gobierno que asumió prometiendo diálogo responde con salidas unilaterales, sin dar información a los grupos que desde hace años trabajan en el lugar. Los vecinos proponen una mesa intersectorial como la que funciona en el Parque Avellaneda.

El Corralón además de contar parece preguntarse, ¿Cultura para quién?, ¿Cultura desde dónde?, ¿Plazas murgueras?, ¿Plazas enrejadas?, ¿Plazas descuidadas? ¿Plazas como lugar de encuentro? ¿Plazas como lugar de publicidad y negocio privado? El Corralón propone resignificar lo público, lo diferencia de lo privado, ya sea “empresarial” o “autoconvocado”, y de lo gubernamental. Lo público como espacio de disputa, como lugar de participación comunitaria.

El Corralón también enseña, porque son muchos los predios en la Ciudad que plantean discusiones similares, la ex Pepsi y los terrenos bajo la autopista, sólo por nombrar los ubicados en la Comuna 10.  Este conflicto presenta  una excelente oportunidad para demostrar que la Ciudad puede construirse en base al consenso y la participación de diferentes actores, para construir salidas superadoras; o por el contrario, también puede demostrar que el diálogo era una careta electoral y la participación popular no estaba en los planes del gobierno porteño.