Falta el trabajo, ¿y después?

Publicado el 23 Jun, 2016

Lo que hacemos todos los días nos constituye, nos organiza, da sentido a nuestra vida. Transcurridos los primeros cinco meses de gobierno PRO, todos conocemos a alguien que perdió el trabajo. Más cercana o más distante, la problemática se percibe como el contorno de un nuevo paisaje. Marcela Mongiardino  trabajaba en la Municipalidad de La Plata asistiendo a víctimas de violencia de género. “Hacía 6 años que estábamos llevando adelante el Centro Integral para la Mujer, los contratos se renovaban automáticamente. Pero en enero de 2016 quedamos todos en la calle”, cuenta la abogada. “Muchas cosas cambiaron porque es un ingreso que ya no está. Tengo 2 chicos y dejé de contar con obra social. Además de lo económico, hay un proceso de bajón. Uno deja mucho en su tarea y además piensa en la gente que quedó desamparada ante el cierre del programa”, relata. No se trata entonces sólo de Marcela y su suerte laboral, se trata también de aquellas otras, de las que quedan sin ese derecho. Se trata entonces de la decisión política de desfinanciar programas que garantizan los derechos de muchas mujeres que gozaban de asistencia legal gratuita. Se trata también de un Estado que habiendo financiado la formación de Marcela en la Universidad Publica prefiere no colocar su conocimiento al servicio de todos.

El ámbito estatal no es el único afectado en materia de desempleo. Según un estudio realizado por el Centro de Economía Política Argentina (CEPA), el 61% de los despidos y suspensiones corresponden al sector privado.  Distintas fuentes dan cuenta de que se perdieron más de 154.000 puestos de trabajo en lo que va del año, contabilizados hasta abril. No se trata únicamente de mediciones de espacios académicos, gremiales o consultoras privadas; también la Dirección General de Estadísticas y Censos de la Ciudad de Buenos Aires confirmó el aumento de la desocupación en el distrito en casi 2 puntos porcentuales durante el primer trimestre de 2016 respecto del último período de 2015. Pasó de 6,8 a 8,6%.

Gustavo Castillos tiene 28 años y está muy cerca de recibirsede contador. Hasta hace 4 meses trabajaba como administrativo en una conocida marca de indumentaria deportiva. Ahora pasa sus días dejando currículums y esperando un llamado. Lo que más le preocupa es que no tuvo ni siquiera una propuesta, algún eco de retorno de esos sobres de papel que deja personalmente o de las cartas de presentación con CV adjunto que envía por mail. “El tiempo puede pasar muy lento por momentos. Siento que cuanto más tardo en conseguir trabajo, más me va a costar volver a insertarme. Si no viviera en la casa de mi familia, no tendría cómo sobrevivir”. Su caso representa al de muchos jóvenes que fueron “descartados” en los últimos meses.

La industria, la construcción, el comercio en general y la gastronomía fueron severamente afectados. Julia Strada, economista de CEPA, explica que los despidos y suspensiones ocurren por la paralización de la actividad económica y por la decisión de las grandes empresas de reducir costos laborales con el visto bueno del gobierno. “Las cifras que están circulando refieren centralmente al accionar de grandes empresas. Lo que ocurre en unidades pequeñas o medianas es más difícil de conocer, porque son despidos que ocurren como por goteo”, desarrolla. Tras los tarifazos y ante el inminente ingreso de importaciones, la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME) alertó que están en riesgovarias decenas de miles de trabajadores.

El taller de Laly Baliner está lleno de retazos de muñecos de San Martín, Juana Azurduy, y otros personajes históricos que en los últimos años se convirtieron en héroes infantiles. Siempre trabajó como diseñadora y se especializa en la confección de sellos. “Soy artesana, lo que me pasó es quedarme sin trabajo. Empecé a hacer de todo para cubrir agujeros. Ante la falta de laburo, volví a ser una buscavida”, cuenta Laly. “Yo trabajo en regalería. Dependo del consumo, y la gente no tiene plata. Sin un ingreso fijo, no podes planificar nada. Cerraron tres tiendas de las seis en que entregaba”, relata y cuenta el impacto en su familia: “Los chicos están muy al tanto de todo y hay que preservarlos, porque se asustaron. Voy al supermercado con ellos y se dan cuenta que podemos comprar menos cosas y que tuvimos que cambiar de marcas. Me senté y lo hablé con ellos”. Laly no sólo dejó de tener clientes, sino también proveedores. La pyme que le vendía el vellón cerró. Con el ingreso de acolchados y camperas de Brasil, la pequeña fábrica no pudo colocar su producción, tuvo que entregarla en parte de pago para no fundir y bajó la persiana. Tenía tres empleados.

Strada es contundente cuando afirma que “el desempleo funciona como un gran disciplinador social. El ministro Prat Gay lo dijo desde el comienzo: habrá que elegir entre reclamar menos o quedarse sin trabajo. Como si fuera poco, el gobierno promovió las dos cosas, salarios a la baja y despidos.”

Entre la incertidumbre y la fuerza para encontrarle la vuelta. Entre la desazón y la necesidad de juntarse y tejer redes. Así transcurren hoy los días de muchos miles de argentinos. Mientras tanto, desde el gobierno de la “alegría”, se promueve la precarización laboral y el subsidio a multinacionales y se anulan los intentos legislativos orientados a proteger a los trabajadores.