La Reforma Educativa en México: razones por las que debe rechazarse

Publicado el 6 Sep, 2016

Por David Pavón-Cuéllar

 

Centenares de miles de maestros de escuelas públicas de México se han movilizado contra la Reforma Educativa implementada por el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto. Según la versión gubernamental, esta reforma permitirá mejorar la calidad de la educación, pero estará condicionada por la evaluación continua de los docentes, los cuales, por no querer ser evaluados, rechazarían la reforma. Quienes protestan serían como niños malcriados que patalean porque no quieren evaluarse.

La simplista imagen psicológica de los maestros encaprichados contra la evaluación, promovida por los portavoces gubernamentales y por los medios masivos de comunicación, ha ido solidificándose hasta constituir una realidad evidente para los sectores sociales más vulnerables ante la seducción mediática y demagógica.

Una gran parte la población ha terminado convenciéndose de que los maestros carecen de buenas razones que justifiquen su rechazo de la Reforma Educativa. Su rechazo únicamente se explicaría por su berrinche ante la evaluación. Esta única razón inadmisible ha servido para distraer la atención y hacer olvidar todas las razones por las que debe rechazarse la reforma. Indicaremos aquí veinticinco razones, pero hay más, muchas más.

 

Ceguera, influencia empresarial e injerencia extranjera, inadecuación, desprecio hacia expertos e involucrados, erosión del educador e impedimento para la profesionalización

La primera de las razones que justifican el rechazo de la reforma (razón 1) fue que se hizo a ciegas, en un total desconocimiento del asunto, sin consultar a quienes verdaderamente conocen la educación pública en México: los especialistas, los propios maestros y los padres de familia.

En lugar de atenerse al criterio de los expertos y de los involucrados, las autoridades educativas mexicanas prefirieron someterse a los intereses de los empresarios, como lo veremos al final, y a los parámetros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Este sometimiento automático, pasivo e irreflexivo plantea por lo menos tres problemas que también constituyen razones para no aceptar la Reforma Educativa. Por un lado, se delata la pusilánime actitud neoliberal-neocolonial del gobierno mexicano, su inaceptable subordinación ante instancias internacionales y ante poderes económicos nacionales y transnacionales, es decir, en definitiva, la falta de soberanía y de autodeterminación de nuestro Estado en temas tan cruciales como el educativo (razón 2). Por otro lado, se ignoran las particularidades económicas, sociales y culturales del país, lo que hace que la reforma sea inadecuada e incluso discriminatoria para la sociedad mexicana y especialmente para los pueblos indígenas (razón 3). Por si fuera poco, se muestra un total desprecio hacia lo que son, hacen y saben los expertos e involucrados en el proceso educativo, lo que los irrita y los hace desarrollar una comprensible animadversión hacia la reforma (razón 4).

El desprecio ha sido especialmente patente en la actitud gubernamental hacia los maestros, a los que no se les reconoce ninguna capacidad para evaluarse, debiendo ser evaluados por un Otro que sabe todo lo que ellos ignoran y que por tanto puede evaluarlos. Es así como la Reforma Educativa parte de una brutal negación del saber en cuya suposición estriba la dignidad y la identidad misma de quien lo enseña. Esta negación resulta indisociable de la reforma y así justifica su rechazo por dos razones. La primera es que erosiona la figura del educador, constituida por el saber que se le supone, y así, paradójicamente, socava la educación misma que se intenta mejorar (razón 5). La segunda razón es que la misma negación de saber también impide la consolidación de un sector profesional cuyo saber le permita regular por sí mismo su trabajo (razón 6).

 

Falta de consenso y represión de los inconformes

En lugar de reconocer a los maestros el saber que los constituye como profesión, el gobierno mexicano ha optado por imponer la Reforma Educativa desde el exterior del sector profesional, por decreto y sin consulta previa, evidenciando sus tendencias autoritarias y dejando claro que se trata de un asunto de poder y no de saber. Los funcionarios gubernamentales han mantenido su autoritarismo aun a pesar de las masivas movilizaciones magisteriales contra la Reforma Educativa. La reforma se ha impuesto así a contracorriente, sin consenso, contra la voluntad misma de los maestros, provocando en ellos malestar, frustración, rencor y sentimientos de injusticia que seguramente incidirán de manera negativa en su desempeño dentro de los salones de clase. Esto debe admitirse como una razón más contra la reforma (razón 7).

Por una significativa paradoja, la Reforma Educativa no sólo se ha hecho sin los educadores, sino contra ellos y a pesar de ellos. Peor aún: la reforma se ha hecho a costa de los maestros, hiriéndolos y matándolos en las calles, disparando sobre ellos y sobre quienes los apoyan. No han sido únicamente los 9 muertos y los 45 heridos en el pueblo de Nochixtlán en Oaxaca, sino una larga lista de maestros asesinados en los últimos años.

Ya son decenas de muertos que han quedado como un rastro sangriento de la Reforma Educativa. La reforma se está escribiendo con sangre, se está abriendo paso con policías antimotines y con matones a sueldo, y se está imponiendo con amenazas, con garrotes, metralletas y gases lacrimógenos. Aun si no hubiera otras poderosas razones que justifican el rechazo de la reforma, las vidas que ya se ha cobrado tendrían que bastar para ordenar su revocación (razón 8).

 

Maestros sin derechos, desechados y supliciados

La represión brutal del movimiento magisterial no sólo resulta reveladora del carácter despótico del régimen, sino también de la manera en que percibe a los maestros como algo eliminable, descartable, prescindible. Si la Reforma Educativa puede autorizar que se asesine a los maestros cuando protestan, es por lo mismo que autoriza que se les despida cuando no aprueban las evaluaciones. La evaluación opera como un simple mecanismo para decidir qué maestros pueden ser conservados y cuáles deben ser desechados como si fueran objetos inservibles y no sujetos con derechos.

La reforma también debe rechazarse porque pasa por encima de los derechos humanos y laborales de los maestros. Lo inaceptable aquí no es únicamente que sea el propio Estado el que viole derechos de personas, principios constitucionales y contratos legales que él mismo debería defender (razón 9). Además del problema jurídico, está el problema ético de rebajar la condición humana de los trabajadores al destino infrahumano de instrumentos que puede ser descartados cuando ya no correspondan al nuevo criterio que rige la evaluación de su calidad (razón 10).

Así como el empresario se deshace de cierta cosa, máquina o utensilio, porque ya no corresponde a cierta norma, así el gobierno se deshace de los maestros cosificados porque están desactualizados con respecto a la nueva Reforma Educativa. Es verdad que se permite, en un gesto de piedad, que los maestros mal evaluados obtengan puestos de empleados administrativos. Sin embargo, estos empleados, por lo mismo, aparecen como simples desechos-de-maestros, lo que representa una ofensa para los empleados y no sólo para los maestros, así como una razón más contra la reforma (razón 11).

Quizás debamos resignarnos a la reducción de los sujetos a objetos ya desechados o aún desechables. Después de todo, esta reducción es el destino del ser humano en el capitalismo. ¿Cómo vamos a permitir que el sector público se distinga del sector privado al respetar el derecho del sujeto a no ser un objeto evaluable, reemplazable, desechable? Este derecho se ha convertido en un privilegio que se ve con una envidia cada vez mayor.

Grandes sectores de la población mexicana odian al maestro por descubrir en él todo aquello que han perdido. Es como si creyeran que él se los arrebató, cuando es claro que no se lo ha dejado arrebatar. El maestro, en efecto, se ha mantenido firme en muchas posiciones en las que otros han cedido. Su firmeza debía ser castigada. La Reforma Educativa, con su ostentación mediática de muertos, heridos, encarcelados y despedidos, es el castigo, o, mejor dicho, el suplicio en sentido foucaultiano, la venganza del tirano, el escarmiento que sirve de ejemplo disuasivo para todos. Este aspecto punitivo y patibulario de la reforma es otra importante razón por la que debe rechazarse (razón 12).

 

Reforma como solución final, diagnóstico delirante, distractor y cortina de humo

La furia vengativa de los de arriba se ha servido astutamente de la envidia mezquina de los de abajo, así como de la irritación de los automovilistas y de otras bajas pasiones ciudadanas, para convertir al maestro en el chivo expiatorio de todas las desgracias nacionales, es decir, en términos lacanianos, en una descarnada expresión del objeto a de aquello a lo que damos el nombre de México. Esta infame artimaña, digna de un estratega nazi, nos ofrece la Reforma Educativa como una suerte de solución final para el conjunto de los problemas del país. De ahí que tantos lleguen a gozar tranquilamente, sin atisbo de mala conciencia, de la idea misma de la eliminación de los maestros y de futuros maestros como los normalistas de Ayotzinapa. Tenemos aquí una maniobra cuya peligrosidad, independientemente de su bajeza, justifica sobradamente que rechacemos una reforma que ofrece una justificación para los peores excesos (razón 13).

La más extrema violencia encuentra la manera de excusarse e incluso prescribirse como un remedio eficaz para curar a un supuesto “mal maestro” diagnosticado no como enfermo ni mucho menos como un síntoma de una enfermedad estructural, sino como la enfermedad misma. Curarla exige entonces eliminar al maestro. Llegamos aquí a una razón más por la que debemos rechazar la Reforma Educativa (razón 14): porque no concibe al maestro como lo que es, como un actor esencial para el proceso educativo, sino que lo reduce a un mal, un inconveniente, un problema que debe resolverse.

Gracias al diagnóstico delirante subyacente a la Reforma Educativa, el maestro se convierte en el mal absoluto, en el responsable de la mala educación, la cual, a su vez, aparece como el origen de todo lo malo que ocurre en México. Podemos así olvidar la desigualdad, la injusticia y la falta de recursos para la educación. Por una inversión ideológica, la enfermedad se torna síntoma y el síntoma se interpreta como enfermedad. Culpamos a las víctimas para disculpar a sus victimarios. Los empresarios explotadores y los gobernantes opresores pueden liberarse de toda su responsabilidad al descargarla sobre los maestros. La Reforma Educativa opera como distractor, cortina de humo y garantía de impunidad para los principales culpables. Es también por esto que debe rechazarse (razón 15).

 

Estrategia publicitaria e incongruencia gubernamental

La Reforma Educativa también debe rechazare como parte de la estrategia publicitaria de legitimación de un gobierno tan ilegítimo como el de Peña Nieto (razón 16). ¿Qué autoridad moral y política tiene este gobierno para imponer la reforma? ¿Por qué los maestros deberían seguirle el juego? ¿Por qué tendrían que sacrificarse para contribuir a su promoción demagógica-mediática?

El gobierno de Peña Nieto llegó al poder mediante el apoyo del crimen organizado, la compra masiva de votos y el ilusionismo de los medios masivos de comunicación. Una vez en el poder, el mismo gobierno se ha distinguido por sus escándalos de corrupción y por la represión de quienes osan criticarlo, y sólo ha conseguido sostenerse al asegurar la impunidad, ignorar a los organismos internacionales que lo cuestionan y sabotear las iniciativas encaminadas a la rendición de cuentas. Podemos decir, pues, que Peña Nieto y sus secuaces ignoran, eliminan o neutralizan a quienes los evalúan o intentan evaluarlos, pero actúan al mismo tiempo como los más entusiastas partidarios de la evaluación cuando se trata de evaluar al magisterio. Hay aquí una palmaria incongruencia gubernamental por la que también se ve comprometida la Reforma Educativa (razón 17).

¿Por qué los maestros deberían aceptar una evaluación impuesta por los mismos gobernantes que no aceptan ser evaluados? ¿Por qué permitir a estos gobernantes que se publiciten como valientes adeptos a la evaluación al evaluar a los maestros y no al evaluarse a sí mismos?

¿Por qué el magisterio debería prestarse a las maniobras del gobierno mexicano? Es verdad que tales maniobras han sido tradicionalmente apoyadas por el sumiso y corrupto Sindicato Nacional de Trabajadores del Estado (SNTE) que opera desde 1943 como un tentáculo del Partido Revolucionario Institucional (PRI), al que le ofrece votos, cotos de poder y control corporativo sobre el magisterio. Pero los maestros que protestan contra la reforma no pertenecen al SNTE, sino a la Coordinadora Nacional de Trabajadores del Estado (CNTE), la cual, tras haber surgido en 1979 como una reacción contra la sumisión y corrupción del SNTE, se ha convertido en uno de los principales bastiones de resistencia contra el gobierno mexicano y contra el neoliberalismo saqueador y depredador implementado tanto por el PRI (que gobernó el país de 1929 a 1989 y a partir de 2012) como por el derechista Partido Acción Nacional (en el poder entre 2000 y 2012). Es hacia este bastión hacia el que apuntan las baterías de una Reforma Educativa que es también un arma política netamente ventajosa para el SNTE y el PRI.

 

Embestida contra el sindicalismo independiente, arma política, inutilidad para la educación, reforma laboral y administrativa

La implementación de la Reforma Educativa es un eslabón más de la serie de ataques gubernamentales contra el movimiento sindical independiente en México. Ahora le ha llegado su turno a la CNTE. Si repudiamos tanto la cooptación corporativa sindical como la guerra neoliberal contra los sindicatos, entonces tendremos aquí una razón adicional para oponernos a la Reforma Educativa (razón 18). Aun si desconfiamos de la CNTE, deberíamos rechazar la reforma por ese carácter engañoso que hace que un arma política se presente como una reforma educativa (razón 19).

La reforma no propone soluciones para los verdaderos problemas de la educación en México, entre ellos la deserción escolar por causas socioeconómicas, la miseria y el trabajo forzoso de los niños y las terribles condiciones de la infraestructura de muchos centros escolares. Al no resolver ninguno de estos problemas, la Reforma Educativa no sirve de nada. He aquí una razón más para que sea rechazada: su inutilidad (razón 20). Evidentemente no puede ser útil como lo que no es, como reforma educativa, sino tan sólo como lo que es, como arma política.

En realidad, tras la máscara de la Reforma Educativa, no sólo se oculta un arma política, sino también una reforma laboral y administrativa. Por un lado, en el terreno laboral, la reforma busca suprimir conquistas sindicales como el contrato colectivo, la estabilidad laboral, la plaza de base definitiva y la representación efectiva por el sindicato. Por otro lado, en el terreno administrativo, la reforma permitirá deshacerse masiva y expeditivamente de los maestros contratados. Este despido permitirá a su vez recontratar a nuevos maestros bajo peores condiciones laborales y ahorrar así una parte del presupuesto que luego podrá utilizarse para fortalecer las fuerzas de represión, pagar publicidad gubernamental, “atraer capitales” o “rescatar bancos”, enriquecer a los ávidos empresarios o a los funcionarios corruptos. Como era de prever, habrá más recursos para la corrupción, para la opresión y para la represión, para la explotación económica y para la manipulación publicitaria, y menos recursos para la educación, para la alfabetización, para la sociedad. La Reforma Educativa reproduce así la ecuación infernal que orienta el desarrollo actual del país: cada vez menos para lo público y más para lo privado, cada vez menos para todos y más para unos cuantos. En caso de que repudiemos tal ecuación, tendremos aquí una razón más para oponernos a la Reforma Educativa (razón 21).

 

Despido masivo de maestros, atentado contra la dignidad y la resistencia, incompatibilidad con la educación pública, reducción de la educación a la formación de recursos humanos

Para cualquiera sensible ante la suerte del prójimo, el despido masivo de maestros ya debería ser una razón para oponerse a la reforma (razón 22). Sin embargo, además de que muchos serán los maestros despedidos, habría que pensar que serán especialmente los más conscientes y responsables, es decir, los que se niegan a ser evaluados, los más comprometidos con la lucha por sus derechos laborales y sindicales, aquellos que “luchando también están enseñando”, como reza la consigna.

La reforma también debe rechazarse, no sólo como un ardid para el despido masivo y como una embestida contra importantes derechos laborales y valiosas conquistas sindicales, sino también como un atentado contra el buen ejemplo de los maestros insumisos, contra la dignidad y la resistencia, contra la capacidad misma de reacción y movilización del pueblo, contra esa fuerza de los sindicatos que protege directamente a sus agremiados e indirectamente a todos los ciudadanos contra la voracidad del capitalismo en su fase neoliberal avanzada (razón 23).

Tras eliminar a los maestros movilizados por la educación pública, por el hallazgo de los desaparecidos de Ayotzinapa y por otras causas colectivas, la Reforma Educativa pondrá en su lugar a docentes únicamente preocupados por conservar su empleo, concentrados en su propia evaluación y rivalizando por los puestos de trabajo. El miedo y la competencia entre individuos remplazarán la solidaridad, el sentimiento de colectividad y el compromiso con el pueblo. Perderemos así disposiciones que no sólo posibilitan la movilización social y la militancia sindical, sino que resultan indispensables para la educación pública, especialmente en sus modalidades más importantes, las que exigen mayor entrega y sacrificio por parte de los maestros.

Una escuela rural nunca podrá funcionar como la sucursal de una empresa. La alfabetización en zonas marginales difiere de la conquista de nuevos mercados. La calidad educativa no es evaluable como la de una mercancía. El buen maestro necesita de otro perfil que el de un empleado exitoso.

La perspectiva de la Reforma Educativa en México resulta incompatible con la educación pública. Esta incompatibilidad es una razón más por la que no puede aceptarse la reforma (razón 24). ¿Cómo aceptar una reforma que no corresponde a lo que busca reformar?

La Reforma Educativa, como hemos visto, no corresponde a la educación pública y a las escuelas en las que se imparte en México. Más bien parece corresponder a empresas proveedoras de educación privada, y, para ser más precisos, a una manufactura con empleados eficaces en la producción de mano de obra calificada para el mercado laboral. Esta reducción de la educación a la simple formación de recursos humanos puede sumarse a las razones que justifican el rechazo de la reforma (razón 25). No podemos permitir que la educación del ciudadano consciente y responsable ceda su lugar a la producción del trabajador obediente y explotable. Es verdad que la principal riqueza de México, después del agotamiento de petróleo, es la fuerza de trabajo explotada en grandes maquiladoras de capital extranjero. Pero México no es ni puede ser únicamente una gran maquiladora. La escuela tampoco es ni puede ser una maquiladora para fabricar trabajadores de maquiladora. Necesitamos y merecemos algo mejor.