“Macri le teme al pueblo”

Publicado el 21 Jun, 2016

Norberto Galasso nos recibe en su estudio de la calle Asamblea, atiborrado de libros, documentos y fotocopias que todo lo pueblan. Se sienta en su escritorio y consultado por la situación que atraviesa el país, cuenta que siente “preocupación y tristeza por la pérdida que se produce día a día de las conquistas que habíamos logrado”. Sin embargo, a lo largo de la charla se destaca en él un persistente optimismo. Lo dice varias veces, y de distintas maneras: “Las cargas se van a ir acomodando en la lucha, y al final ganamos nosotros seguro”, afirma y entre risas remata, “pero en mi caso que estoy cerca de los 80, tendríamos que ganar pronto”.

La Gaceta: Pasamos el 25 de mayo y nos acercamos al Bicentenario de la Independencia, ¿qué ideas se disputaban en ese momento? ¿Pueden repensarse esas disputas en el momento actual?

Norberto Galasso: La Revolución de Mayo no fue una revolución independentista, sino una revolución democrática. Reemplazamos al virrey por una junta designada por el pueblo, al compás de lo que se estaba produciendo desde 1809 en el Alto Perú. Esto era a su vez la consecución del proceso democrático español que derivó en la formación de la Junta Central de Sevilla y que reconoció que las tierras de América eran provincias y no colonias. Es por eso que 1810 no fue una revolución anti-hispánica, porque las banderas españolas siguieron flameando algunos años más y porque había integrantes españoles en la Junta. Recién cuando en España se instaura la contra-revolución, que persigue a los liberales revolucionarios e instala la monarquía absoluta, es cuando San Martín y Belgrano, especialmente, apresuran el Congreso de Tucumán para declarar la Independencia de las Provincias Unidas de Sudamérica. En los últimos años esto quedó registrado en la formación del UNASUR, en la CELAC, en el Banco del Sur que era algo extraordinario que no ha podido concretarse. Y ahora se observa un movimiento contrario. La presión norteamericana para que Argentina mire al Pacífico, a los tratados de libre comercio, como tienen Chile o México, reprimarizando sus economías y volviendo a la dependencia.

L.G.: Entonces 1810 fue una revolución democrática y 1816, una revolución independentista. Ambas cosas aparecen hoy fuertemente cuestionadas.

N.G: Así es. Basta ver lo que pasó este 25 de mayo con la Plaza totalmente vacía, donde no hubo nada que festejar. Lo que se ve es una política general que beneficia a los sectores privilegiados. Creímos erróneamente que habíamos ganado una batalla cultural y esto no fue así. Hay que replantearse muchas cosas para estar en condiciones de formar un nuevo frente que agrupe a todos los que están sufriendo esta situación.

L.G: ¿Qué ocurrió entonces con esa batalla cultural? ¿Cuál sería la autocrítica?

N.G: De mi parte hice todo lo posible por apoyar este proceso y su continuidad. Yo no conduzco ni oriento la política cultural. Sí observé la efervescencia de una nueva juventud que se incorporaba a la política, con muchas ganas de hacer cosas, que fue La Cámpora, pero que no había entre Cristina y esa masa de muchachos los cuadros medios suficientes capaces de formar y  conducir. Tenían la ansiedad de ser los soldados de la liberación, de que no la tocaran a Cristina, lo cual es muy meritorio. Pero se fracasó totalmente.  Se ve claramente en el caso del Instituto Dorrego, que además de otro tipo de problemas, no logró su tarea. Las mentes macristas están colonizadas. Lo único que dicen es que el kirchnerismo se robó todo. La corrupción es un problema inherente al sistema capitalista. Acá la hubo en algunos personajes que fueron sancionados por la opinión pública y en algunos casos por la justicia. Pero lo importante es que se modificaron aspectos sustanciales de la política, muchos elementos para promover el ascenso de los sectores populares y una redistribución del ingreso. Todo tenemos que discutirlo sin temor a que los adversarios puedan usar algunos de los argumentos. La situación es bastante difícil pero soy un optimista y creo que vamos a poder revertirlo.

L.G: ¿Por qué cree que el gobierno decidió realizar un festejo cerrado en la Quinta de Olivos y ni siquiera nombrar la fecha que se conmemoraba?

N.G: Se entiende que le tienen miedo al pueblo. Ya fueron abucheados muchas veces. Hay mucha bronca en el pueblo, que lamentablemente no se traduce tanto en la dirigencia, que manifiesta cierta prudencia o vacilación. Porque estima que la correlación de fuerzas no le es favorable. Pero la gente se siente jaqueada por las tarifas excesivas, por la inseguridad en el trabajo, por los precios en el supermercado.

L.G: Desde el discurso, el gobierno quiere deslindar lo “histórico” de lo “político”, tal como lo afirmaron al anunciar las reformas al Museo del Bicentenario, ¿Cómo podrían realizar esa operación?

N.G: Es un absurdo que no tiene sustentación. La historia tiene dos columnas. La heurística, que son los datos que le llegan al historiador y la hermenéutica que es la interpretación que el historiador hace de esa información. Aunque no lo quiera, cada cual necesariamente pone su escala de valores y su ideología. Desde este gobierno van a retomar las ideas históricas de Mitre: que la Argentina es la Pampa Húmeda ligada al puerto de Buenos Aires y al comercio exterior, que el protagonismo del pueblo no existe, que las minorías son las que sirven Están haciendo un despojo, un saqueo, y sobre eso pueden mentir todo lo que quieran. Pero la gente sale a la calle y encuentra que los precios se han ido por las nubes y que hay cada vez más pobres.

L.G: ¿Cuál es el rol del peronismo en este contexto?

N.G: Ser una oposición muy fuerte, muy seria, en defensa de los trabajadores. Hay una crisis del peronismo. Cristina es la figura convocante, pero en el partido no aparece. Hay dirigentes moderados, gobernadores e intendentes, que son opositores pero que se miden mucho. Hay que pensar en una unidad del peronismo, pero la condición es que aquellos que han defeccionado estén a la cola y no en la dirección. Hay cosas que están fallando. Habría que haber salido con una definición muy fuerte respecto de lo que pasa en Brasil. Porque es una vergüenza que unos pocos corruptos saquen a Dilma por haber cambiado una partida presupuestaria, que es algo que hace cualquier presidente y que quieran impedir a toda cosa que Lula pueda volver. Hay tradiciones dentro del peronismo que se enraízan con sus tradiciones revolucionarias y eso lo veo muy positivo, pero también están los otros, y a esos hay que mandarlos a la cola.

L.G: ¿Deberíamos recordar en estos tiempos que las batallas que no fueron sólo de los próceres, sino también del pueblo llano?

N.G: Sí, por supuesto. Hay que recordar las grandes gestas. Hay que reorganizar un frente nacional, dar los debates de una manera horizontal, sin que nadie se crea dueño de la verdad absoluta porque eso lo está pagando muy caro el pueblo. Ese es el camino. No es fácil porque mucha gente se trepa a ganador y porque hay mucha otra gente que está desocupada y es complicado que después de estar todo el día tratando de conseguir laburo, alguien vaya a la noche a una charla, porque está desesperado por su angustia personal. Tenemos que lograr un protagonismo popular muy importante. Hay que tener fuerza. La razón la tenemos. Ellos no tienen capacidad para defender lo que están haciendo. Pero si el debate nosotros los ganamos, no es suficiente. Hay que tener fuerza para triunfar y luego desarrollar las medidas fundamentales. El programa va a surgir del mismo debate en el campo popular, entre gente probada, que ha actuado y que ha hecho una trayectoria ejemplar, que la hay en muchos casos. Yo creo que va por ese camino. Eso se hace en los bares, en los barrios, en las universidades, en las unidades básicas. Yo sigo siendo optimista, creo que la injusticia no puede ganar. A la larga o a la corta, las cosas volverán a ser de tal manera que el pueblo argentino pueda decidir su propio destino.