Nosotras paramos

Publicado el 3 Mar, 2017

Por María Pía López

Mujeres de distintos países del mundo llamamos a un paro. Decidimos parar. A la vera de la potestad sindical de llamar a un paro está este impulso, una fuerza múltiple de mil cabezas, que lo incita. La ofensiva neoconservadora es linchadora, persecutoria, denegadora de derechos. Nos quiere cazar como brujas: deportar como migrantes, precarizar como trabajadoras, encarcelar como militantes, asesinar como díscolas. A esa política reestructuradora de sociedades hay que oponerle otra fuerza: democrática, feminista, plural, igualitarista y cooperativa. Contra la crueldad oponemos feminismo. Es nuestro modo de resguardar la vida, no entendida como algo biológico e individual, sino como la trama de afecto, creación y producción que hace posible y deseable vivir. Siempre con otrxs. Por eso, desde la primera marcha de Ni una menos, dijimos que queríamos hacer de la calle un espacio de hospitalidad y del movimiento de mujeres el lugar donde pueda conjugarse la algarabía de las diferencias.

Nuestra movilización callejera siempre tuvo un doble rostro: pedimos pulseras electrónicas para los violentos y refugios para las víctimas, pero sabemos que son herramientas paliativas en una situación en la que la violencia criminal es síntoma más que desvío. Pedimos registro estadístico de femicidios pero necesitamos cambiar el mundo para que no los haya. Nos organizamos para trastocar todo, dijimos ante el paro que nos espera el 8 de marzo y no es exageración: la violencia se ejerce de distintos modos, se engarza con todas las prácticas sociales y con ideas y creencias asentadas en el sentido común.

Muchos son los modos de desposesión de las mujeres: económicos, sensibles, de tiempo, de autonomía. Patriarcal es el sistema que organiza esos modos de expropiación y sujeción. Que condena, en nombre de las diferencias naturales o culturales entre los sexos, a la realización femenina de las tareas domésticas y de cuidado impagas. Formularlo así, con la idea de pago, no significa mercantilizar todos los vínculos sino reconocer que la lógica general de la acumulación usa para sí ese trabajo sin remuneración –permite destinar más dinero al consumo de cosas o que los trabajadores y trabajadoras cobren menos salario-. La relación entre género y trabajo impago arroja a una parte de la población a la sobreexplotación. La misma parte que nunca es totalmente mayor de edad, porque no puede decidir sobre su cuerpo y deseo en lo que atañe a la maternidad. Que es obligada a parir si el azar biológico le toca. Un varón puede elegir. Una mujer es criminalizada si elige. No dispone de sí misma.

Desposesión del cuerpo propio y del tiempo, que pasa a ser de otros. ¿Qué mujer no ha vivido con culpa un tiempo dedicado al ocio y que aparece como robado a la familia o a las tareas del hogar? ¿Qué mujer no recibió alguna vez la admonición: “Y qué querés, si saliste así vestida”? Patrones de conducta y normalización que son el subsuelo de la negación de autonomía que implica el femicidio. La crueldad es inscripción de ese mandato. La mano del femicida es casi máquina kafkiana, que inscribe una y otra vez sobre el cuerpo de la víctima, el discurso del patriarcado. Por eso, nuestro duelo es público y colectivo, nos hace tomar las calles, es demanda y deseo. Profundo deseo de transformación.

Paro nacional de mujeres dijimos el 19 de octubre y ante el 8 de marzo, día de la mujer trabajadora, decimos: paro internacional de mujeres. Hay que expandir ese significado, llevarlo hacia otro lugar, abrir “mujeres” para encontrar dentro de la palabra una diversidad de existencias, un conjunto de femineidades que se reconocen o producen a distancia de una condición biológica, una ética sensible desde la cual fundar otras políticas. Y a la vez, abrir la zona de complicidades y alianzas con los varones feministas. Encontrar lo que no es machismo en un mundo machista: hacerlo crecer y darle espacio. Tramar también allí alianzas insólitas.

El 8 de marzo las mujeres paramos. Paramos contra todos los métodos de expropiación de nuestro trabajo, nuestro tiempo, nuestra inteligencia, nuestro deseo, nuestra capacidad de fundar comunidad. Porque nos encadenan con la biología y las finanzas. Porque tenemos que disputar cada acto de libertad y cada espacio de decisión: nada nos está dado. Paramos por las mujeres que faltan, las asesinadas, las cautivas en redes de trata, las presas políticas. Queremos que ese día, el de nuestra huelga, sea la luz que tiña el año, la luz que haga visibles las luchas y conflictos, también la luz que señale esa zona que estamos creando: la del mundo en el que queremos vivir.